Capítulo 6: Cristo y los Tres Actos de la Redención: Asham, Jatat y Kafar
Este capítulo se basa en una enseñanza impartida en la Iglesia Bautista Pasos de Fe, donde exploramos una porción poco predicada pero tremendamente rica en significado del libro de Levítico. A partir de Levítico 6, descubrimos cómo el Evangelio fue anticipado desde Moisés mediante tres conceptos clave: asham (restitución), jatat (purificación) y kafar (cobertura). Estas palabras hebreas, que muchas veces han sido traducidas simplemente como "expiación", encierran funciones distintas que se cumplen progresivamente en la vida, muerte, resurrección y exaltación de Jesucristo.
Este capítulo tiene como objetivo hacer accesible esta
enseñanza tanto para el lector estudioso como para el creyente que escucha por
primera vez sobre este tema, mostrando que la obra de Cristo no se limita a la
cruz, sino que abarca cada una de las etapas de su existencia redentora.
I. Aclaración Terminológica: ¿Qué significa
"expiación"?
Uno de los problemas teológicos más comunes es la traducción
homogénea del término "expiación". En la Biblia hebrea, tres palabras
distintas se traducen con este mismo vocablo:
- Asham
(אָשָׁם): se refiere a la restitución de algo que fue tomado
indebidamente. Implica reconocimiento de culpa y acción para reparar el
daño.
- Jatat
(חַטָּאת): describe el rito de purificación de los muebles y lugares
contaminados. No es penal, sino cultúalmente restaurador y reconsagrador.
- Kafar
(כָּפַר): significa cobertura misericordiosa, aceptación de parte de
Dios, reconciliación relacional. Es el resultado final de un proceso.
Cuando la Reina-Valera traduce Levítico 6:5 como “día de su
expiación”, la palabra usada es asham, pero ese término no habla de
castigo ni transferencia de culpa, sino de restitución consciente. Por eso, en
la clase se sugirió reemplazar en este versículo “expiación” por
“reconocimiento y devolución”.
II. Un Cristo que Restituye: El Asham desde la
Encarnación
Hebreos 10:5-10 dice que al entrar al mundo, Cristo expresó:
“He aquí que vengo, oh Dios, para hacer tu voluntad”. Esta declaración inaugura
su obra como asham. Desde su encarnación hasta su muerte, Jesús no solo
vino a morir, sino a vivir fielmente, restituyendo la humanidad a Dios. Él es
el siervo que presenta su vida como ofrenda de restitución (Isaías 53:10). Esta
visión rescata la dimensión vivencial y obediente de Cristo, que muchas veces
se ha eclipsado al concentrar toda la redención en el momento de la cruz.
Esta idea se enriquece aún más al considerar que, al igual
que Adán al principio representaba toda la humanidad existente, también Cristo,
como segundo Adán, representa a la humanidad completa. En su sola persona, el
Hijo encarnado restituye lo humano al Padre. Su fidelidad no es solo personal,
es representativa. Donde el primer Adán cayó, el segundo Adán permanece firme.
Así como en Adán todos fueron constituidos pecadores, en Cristo todos los que
creen son restituidos a Dios como justos.
Pablo desarrolla esta comparación de manera magistral en
Romanos 5:12-19 y en 1 Corintios 15:45-49. En Romanos, destaca que por la
desobediencia de un hombre (Adán), muchos fueron constituidos pecadores; pero
por la obediencia de uno (Cristo), muchos serán constituidos justos. Y en 1
Corintios, nos dice que el primer hombre fue hecho alma viviente, y el postrer
Adán, espíritu vivificante. El primero es terreno, el segundo es celestial. Por
tanto, así como llevamos la imagen del terrenal, también llevaremos la imagen
del celestial.
Estas comparaciones no son meramente retóricas: tienen una
implicancia directa en cómo entendemos el asham. La humanidad entera fue
perdida en Adán y ha sido restituida en Cristo, quien cargó la responsabilidad
y devolvió al Padre lo que le pertenecía. Él es el verdadero Adán fiel, el Hijo
del Hombre que, desde su encarnación hasta su muerte, vivió por y para Dios,
restituyendo a la humanidad.
Ejemplo ilustrativo
Cuando alguien devuelve una billetera que no le pertenece y
reconoce su error, incluso añadiendo un 20% como dice Levítico 6, está actuando
conforme al principio del asham. Cristo, desde su nacimiento, hizo esto
por nosotros: no por una deuda propia, sino por nuestra deuda con el Padre.
III. Un Cristo que Purifica: El Jatat después de la
Resurrección
Después de su resurrección, Cristo es constituido como Sumo
Sacerdote según el orden de Melquisedec (Hebreos 5:5-10). Él no podía ejercer
este rol en la tierra, pues era de la tribu de Judá, no de Leví (Hebreos 7:14).
Pero al entrar en los cielos, comienza su ministerio de purificación: el jatat.
Hebreos 9:23-24 declara que el santuario celestial fue
purificado con mejores sacrificios. Cristo entra allí con su propia sangre
(símbolo de su vida indestructible y glorificada), y purifica nuestras
conciencias. Su presencia viva y activa en el trono es lo que nos limpia, no
simplemente el hecho histórico de su muerte.
Esto se conecta directamente con 1 Juan 1:9: “Si confesamos
nuestros pecados, él es fiel y justo para perdonarnos y limpiarnos”. Aquí se
usan dos verbos griegos: aphíēmi (perdonar) y katharízō
(limpiar), que en la Septuaginta traducen la palabra hebrea kafar. Esto
muestra que la purificación (jatat) y la cobertura (kafar) están
profundamente entrelazadas en la experiencia cristiana.
IV. Kafar: El Resultado, No el Ritual
Kafar no es una acción que el ser humano realiza,
sino el fruto de la fidelidad divina. Es Dios quien cubre, acepta, declara
justificado en Cristo. En Levítico, después del asham y el jatat,
el adorador era declarado apto para presentarse delante de Dios. De igual
forma, después de que Cristo, cual Sumo Sacerdote, restituye y purifica, somos
cubiertos con la fidelidad y misericordia de nuestro Dios.
Esto tiene una aplicación directa para nosotros: ya no
somos simples pecadores perdonados, sino adoradores purificados, restituidos y
cubiertos por gracia de Dios, sentados en los lugares celestiales en Cristo.
V. La Secuencia del Evangelio: Desde Moisés hasta Cristo
Lucas 24:27 dice que comenzando desde Moisés, Jesús explicó
lo que de Él decían las Escrituras. Pablo reafirma en Romanos 3:21 que la
justicia de Dios ha sido manifestada, confirmada por la Ley y los Profetas. Si
no entendemos Levítico, no comprendemos todo el Evangelio. Cada uno de los
sacrificios encuentra su momento en la vida de Cristo:
- Sacrificio
de pacto (Éxodo 24): inaugurado en la cruz
- Asham:
vida de Cristo desde su encarnación hasta su muerte
- Jatat:
ministerio celestial de Cristo como sumo sacerdote
- Kafar:
resultado presente: somos hechos adoradores
- Holocausto:
exaltación y adoración al Cordero en Apocalipsis 5
Aplicación devocional:
- ¿A
quién debo restituir algo? ¿Estoy permitiendo que Cristo me purifique?
¿Estoy viviendo como adorador cubierto?
Conclusión
La obra de Cristo no es un único evento, sino una secuencia
gloriosa: restitución, purificación, cobertura. Este capítulo nos invita a
contemplar la redención como una historia viva, encarnada y activa. Cristo es
nuestro asham, nuestro jatat y nuestro kafar. Desde su
encarnación hasta su ministerio en el trono, Él nos devuelve al Padre, nos
limpia y nos transforma en verdaderos adoradores. Que esta lectura nos impulse
a vivir como quienes han sido misericordiados, reconciliados y transformados
por la fidelidad del Siervo perfecto.
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