DEL HOLOCAUTO EN APOCALIPSIS 5

Del Pacto y la Expiación a la Comunión y el Holocausto

 A lo largo de la historia redentora, los sacrificios del Antiguo Testamento han desempeñado un papel fundamental en la relación entre Dios y su pueblo. Cada uno de ellos cumplía una función específica dentro del sistema de adoración establecido en la ley mosaica, pero, en última instancia, todos apuntaban a una realidad mayor que encontraría su cumplimiento en Cristo. Entre estos sacrificios, el Holocausto ocupa un lugar preeminente, pues representa la máxima expresión de adoración, el acto supremo de entrega total a Dios.

La progresión de los sacrificios revela una estructura que guía al adorador hacia la plena comunión con Dios. Todo comienza con los sacrificios de pacto, los cuales establecen y ratifican la relación entre Dios y su pueblo. Luego, los sacrificios de consagración expresan la dedicación y entrega de quienes han sido llamados a servir. La expiación, elemento esencial en la restauración de la relación con Dios, purifica tanto al oferente como el espacio de adoración, permitiendo el acercamiento al Creador. Finalmente, los sacrificios de acción de gracias —o de paz— adquieren un significado especial, pues implican una comunión real entre Dios, el sacerdote y el oferente, anticipando la plena restauración de la comunión que solo es posible después de la purificación.

Todo este proceso conduce a la culminación de la adoración en el Holocausto perfecto: Cristo exaltado. La epístola a los Hebreos revela que la expiación alcanza su verdadera consumación en el cielo, cuando Cristo, resucitado y glorificado, entra en el Lugar Santísimo y presenta su obra redentora ante el Padre.

Finalmente podemos apreciar como Apocalipsis 5 la presencia del León de la Tribu de Judá cual Cordero como Inmolado. Es en este acto supremo donde se consuma la adoración perfecta, y donde todo lo creado reconoce en él la máxima ofrenda de entrega y obediencia.

A lo largo de las siguientes páginas, se explorará esta progresión con mayor profundidad, desde los sacrificios veterotestamentarios hasta la adoración consumada en Cristo. Se examinará la expiación como un acto celestial, la importancia del sacrificio de acción de gracias como expresión de comunión y la culminación de toda adoración en aquel que, habiendo ofrecido su vida, ha sido exaltado sobre todo nombre.


1. El Trasfondo de los Sacrificios y la Posición del Holocausto

Desde la antigüedad, los sacrificios han sido un medio fundamental a través del cual Dios ha revelado su plan redentor y ha enseñado a su pueblo sobre la santidad, la expiación y la adoración. En la Ley mosaica, estos sacrificios se ofrecían en el tabernáculo y, posteriormente, en el templo, estableciendo un orden divinamente diseñado para acercar al adorador a Dios. Cada uno de estos sacrificios tenía un propósito específico, y juntos formaban una progresión que culminaba en la adoración suprema.

Los cinco principales tipos de sacrificios pueden verse como pasos en este camino de acercamiento a Dios, cada uno reflejando un aspecto clave de la relación entre el Creador y su pueblo. En el Nuevo Testamento, estos sacrificios encuentran su cumplimiento en la obra de Cristo, quien no solo los perfecciona, sino que los trasciende en su propio sacrificio redentor.

1. Sacrificio de Pacto

  • Este sacrificio establecía y sellaba la relación entre Dios y su pueblo. Un ejemplo claro se encuentra en Éxodo 24, donde Moisés rocía la sangre del pacto sobre el pueblo y el altar, estableciendo un compromiso solemne con Dios.
  • En el Nuevo Testamento, este sacrificio encuentra su cumplimiento en la cruz, donde Cristo inaugura el Nuevo Pacto con su propia sangre:
    • "De igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama." (Lucas 22:20)
    • "Porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados." (Mateo 26:28)

2. Sacrificios de Consagración

  • Estos sacrificios eran esenciales para la dedicación del tabernáculo, sus utensilios y los sacerdotes al servicio de Dios. Se ofrecían para santificar y apartar lo que sería usado exclusivamente para la gloria divina.
  • En la obra redentora de Cristo, esto se relaciona con su resurrección, momento en que es consagrado como Sumo Sacerdote eterno:
    • "Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos." (Hebreos 7:26)
    • "Pero éste, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los pecados, se ha sentado a la diestra de Dios." (Hebreos 10:12)
  • Mientras Cristo estaba en la carne, el velo impedía su ministerio sacerdotal. Con su resurrección, el velo fue removido, permitiéndole entrar al Lugar Santísimo celestial y ejercer su sacerdocio eterno.
    • "Así que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a través del velo, esto es, de su carne," (Hebreos 10:19-20, RVR1960).

 

3. Sacrificio de Expiación o Purificación (Jattat)

  • Su propósito era limpiar tanto el altar como al pueblo de pecados involuntarios o de contaminación ritual. Sin expiación, no había acercamiento posible a Dios.
  • En el Nuevo Testamento, Cristo cumple este sacrificio al entrar al santuario celestial después de su resurrección, presentando su propia sangre ante el Padre:
    • "Pero estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no de esta creación, y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, habiendo obtenido eterna redención." (Hebreos 9:11-12)
    • "Porque Cristo no entró en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios." (Hebreos 9:24)

4. Sacrificios de Acción de Gracias y Paz

  • A diferencia de los sacrificios anteriores, estos permitían una comida comunitaria en la que participaban Dios (por medio de la parte quemada), el sacerdote y el oferente. Simbolizaban la restauración de la comunión entre el ser humano y Dios.
  • Esta realidad es cumplida en Cristo, quien ofrece la verdadera paz y comunión con Dios:
    • "Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo." (Romanos 5:1)
    • "Mirad cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios; por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él." (1 Juan 3:1)
  • La celebración de la Cena del Señor recuerda el sacrificio de Pacto, pero también refleja este sacrificio de comunión y/o de acción de gracias, pues les recuerda a los creyentes que son un solo cuerpo en Cristo:
    • "La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?" (1 Corintios 10:16)

5. Holocausto: La Adoración Suprema

  • En este sacrificio, el animal era consumido completamente en el altar, representando una entrega total y sin reservas a Dios.
  • Es el sacrificio supremo, ya que encarna la adoración plena y absoluta. En Cristo, este sacrificio alcanza su máxima expresión, pues él mismo se entregó completamente al Padre en obediencia y amor:
    • "Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante." (Efesios 5:2)
    • "Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios Padre." (Filipenses 2:9-11)

Estos cinco pasos no solo establecen el orden de los sacrificios en la Antigua Alianza, sino que revelan la manera en que Dios conduce a su pueblo a través del camino de la redención hasta la adoración plena. No puede haber comunión sin expiación, ni puede alcanzarse la entrega total del Holocausto sin antes establecer el pacto y limpiar las faltas.

Cristo es el cumplimiento perfecto de cada uno de estos sacrificios, y en él encontramos la plenitud del propósito divino. Su obra redentora nos lleva desde la justificación hasta la consagración, desde la purificación hasta la comunión, y finalmente, hasta la adoración suprema. En su exaltación, todo lo creado reconoce que él es el sacrificio perfecto y eterno, digno de recibir la alabanza por los siglos de los siglos.


2. La Expiación Celestial como Paso Previo a la Adoración

La expiación, en la estructura sacrificial del Antiguo Testamento, no era un evento que culminaba con la muerte del sacrificio, sino un proceso que requería la aplicación de la sangre en el santuario. Esta realidad se ve claramente en el Día de la Expiación descrito en Levítico 16:

  • El sumo sacerdote sacrificaba al animal y tomaba su sangre.
  • Luego ingresaba al Lugar Santísimo y rociaba el propiciatorio, purificando así el santuario y asegurando el perdón del pueblo.

Este patrón sacrificial encuentra su cumplimiento en la obra de Cristo, pero con una dimensión celestial:

  1. La cruz representa el sacrificio de pacto, donde la sangre es derramada como señal del compromiso divino. Jesús, como el Cordero de Dios, ofrece su vida en obediencia al Padre.
  2. La ascensión marca el inicio de su ministerio sacerdotal. Así como el sumo sacerdote no terminaba su labor con el sacrificio, sino que debía entrar al Lugar Santísimo, Cristo, después de su resurrección, entra en el verdadero santuario celestial:
    • "Porque Cristo no entró en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios." (Hebreos 9:24).
  3. La expiación ocurre en los cielos. No basta con la muerte del sacrificio; es necesario que la sangre sea aplicada en el lugar de la presencia divina. Cristo, como Sumo Sacerdote, purifica las cosas celestiales y la conciencia de los creyentes:
    • "Por lo cual era necesario que las figuras de las cosas celestiales fuesen purificadas así; pero las cosas celestiales mismas, con mejores sacrificios que estos." (Hebreos 9:23).
  4. La comunión es restaurada. Una vez que la expiación ha limpiado el santuario y la conciencia de los redimidos, se abre el camino para la verdadera comunión con Dios. En términos sacrificiales, esto corresponde al sacrificio de acción de gracias y paz, donde Dios, el creyente y el mediador (Cristo) participan juntos en la mesa espiritual:
    • "Tenemos un altar, del cual no tienen derecho de comer los que sirven al tabernáculo." (Hebreos 13:10).
  5. El Holocausto llega como el acto supremo de adoración. Al completarse la expiación y restaurarse la comunión, el creyente es llevado a la entrega total a Dios, simbolizada en el sacrificio que se consumía enteramente en el altar.

De esta manera, la expiación celestial es el paso crucial que habilita tanto la comunión como la adoración plena. Sin la purificación del santuario celestial, el “altar” no estaría preparado, y no podría haber celebración comunitaria ni la consagración total que representa el Holocausto. La obra de Cristo sigue este patrón, culminando en la adoración eterna de todos los redimidos ante el trono de Dios:

  • "Y todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos." (Apocalipsis 5:13).

Así, la obra sacerdotal de Cristo no se detiene en la cruz, sino que continúa en su ministerio celestial, asegurando la plena reconciliación entre Dios y su pueblo y conduciendo a la adoración suprema en su presencia.

 


3. El Sacrificio de Acción de Gracias: Comunión entre Dios, el Sacerdote y el Oferente

Dentro del sistema sacrificial del Antiguo Testamento, los sacrificios de acción de gracias y de paz ocupaban un lugar especial. A diferencia del sacrificio de expiación, en el que la carne del animal a menudo era quemada fuera del campamento y el oferente no participaba de ninguna manera, en este sacrificio ocurría algo distinto:

  • Una parte de la carne se quemaba en el altar, como ofrenda a Dios.
  • Otra parte la recibía el sacerdote, quien la consumía como parte de su sustento y porción sagrada.
  • El resto era compartido por el oferente y su familia, en un ambiente de celebración.

Este sacrificio representaba una comunión renovada entre Dios y su pueblo. Era más que una simple ofrenda: se convertía en una mesa compartida, en la que Dios, el sacerdote y el adorador participaban juntos en un acto de armonía y reconciliación.

Sin embargo, esta comunión no podía tener lugar si el altar seguía contaminado por el pecado o la impureza. Primero debía ofrecerse el sacrificio de expiación (Jattat), que purificaba el lugar de encuentro, pero que no limpiaba la conciencia del oferente. Solo después de este proceso el sacrificio de acción de gracias podía cumplir su propósito como un festín comunitario en el que Dios y su pueblo se unían en celebración.

En el Nuevo Testamento, este concepto de comunión encuentra su cumplimiento en Cristo. Después de haber llevado a cabo la expiación en el santuario celestial, él mismo se convierte en la fuente de comunión para su pueblo:

  • "La copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?" (1 Corintios 10:16).
  • "He aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo." (Apocalipsis 3:20).

Así, el sacrificio de acción de gracias no solo anticipaba la reconciliación de Dios con su pueblo, sino que también señalaba hacia la comunión plena que ahora es posible en Cristo, quien ha preparado una mesa eterna para todos los redimidos.

El Sacrificio de Acción de Gracias: Puente entre Expiación y Holocausto

Si bien en la Ley mosaica no se establece un orden rígido en la secuencia de los sacrificios, el Holocausto aparece como el objetivo final de la adoración, la expresión suprema de entrega total a Dios. En este contexto, el sacrificio de acción de gracias y de paz juega un papel fundamental al recordarnos la comunión y la paz restaurada entre el oferente y Dios.

  • Después de la expiación: Una vez que el oferente ha sido purificado, puede acercarse a Dios con confianza. La barrera del pecado ha sido removida, permitiendo el acceso a su presencia.
  • Antes del Holocausto: La "comida comunitaria" en el sacrificio de acción de gracias expresa la restauración de la relación con Dios y anticipa la entrega absoluta simbolizada en el Holocausto.

En términos neotestamentarios, esto se refleja en la experiencia de comunión continua con Cristo y su Iglesia. Una vez que Cristo ha limpiado la conciencia del creyente, se abre el acceso a la presencia divina y a la participación en la comunidad de fe. Esta comunión es esencial, pues sin el disfrute de esta relación restaurada, no es posible llegar a la entrega total que representa el Holocausto.

Este concepto encuentra su reflejo en la Cena del Señor, donde los creyentes participan de la mesa en memoria del sacrificio de Cristo:

  • "El cáliz de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?" (1 Corintios 10:16).
  • "Teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo, acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados los corazones de mala conciencia." (Hebreos 10:19-22).

Más allá de su aplicación presente, el sacrificio de acción de gracias también apunta hacia la consumación definitiva de la comunión en el banquete mesiánico, donde los redimidos participarán plenamente de la mesa del Señor:

  • "Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero." (Apocalipsis 19:9).

Sin embargo, el destino final no es solo la comunión, sino la adoración absoluta. La consumación definitiva de la relación entre Dios y su pueblo se alcanza cuando toda la creación rinde la gloria suprema al Cordero, quien es el verdadero Holocausto, la ofrenda perfecta de entrega total a Dios:

  • "Y oí a toda criatura que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, diciendo: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos." (Apocalipsis 5:13).

Así, aunque no exista un mandato explícito sobre el orden en que deben ofrecerse los sacrificios, la estructura sacrificial revela un principio teológico profundo: sin la comunión restaurada, no puede haber adoración plena. Solo cuando el creyente disfruta de la paz con Dios y con su pueblo, puede avanzar hacia la entrega absoluta que simboliza el Holocausto.

 

La Importancia de la Comunión en los Sacrificios de Acción de Gracias

Dentro de la secuencia de los sacrificios, el sacrificio de acción de gracias juega un papel fundamental al destacar la dimensión relacional de la fe. Tras la purificación mediante la expiación, este sacrificio no solo celebra la restauración de la comunión con Dios, sino que también es una preparación del camino hacia la entrega total representada en el Holocausto.

1. No se trata solo de un acto individual

El oferente no adoraba en aislamiento. En el sacrificio de acción de gracias, compartía la carne con su familia y con el sacerdote, mientras Dios recibía su porción a través de lo quemado en el altar. Este acto refuerza la idea de que la adoración implica comunidad y no es simplemente un acto privado:

  • "Nosotros, siendo muchos, somos un solo pan, un mismo cuerpo; porque todos participamos de aquel mismo pan." (1 Corintios 10:17).

2. Expresa celebrar la reconciliación

Si la expiación ha purificado al oferente y al altar, las barreras han sido removidas. Ahora, la comida se transforma en una fiesta de reencuentro y paz entre Dios y su pueblo, recordando la restauración de la relación que el pecado había dañado.

  • "Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo." (Romanos 5:1).
  • "Por tanto, si tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y presenta tu ofrenda." (Mateo 5:23-24).

3. Anticipa la mesa celestial

El sacrificio de acción de gracias no solo apunta a la comunión terrenal, sino que también prefigura la comunión eterna de los creyentes con Dios. En la consumación final, cuando el pecado ya no exista, todos participarán plenamente de la presencia divina.

  • "Bienaventurados los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero." (Apocalipsis 19:9).
  • "Vendrán del oriente y del occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa en el reino de Dios." (Lucas 13:29).

Un puente hacia la adoración suprema

El sacrificio de acción de gracias funciona como un puente conector hacia el Holocausto, mostrando que la adoración suprema cobra su verdadero significado cuando la comunión con Dios ha sido restaurada. No se puede llegar a la entrega total sin antes haber experimentado la reconciliación y el gozo de la comunión con Dios y con los demás creyentes.

En este sentido, la Cena del Señor se convierte en una expresión de esta misma realidad espiritual, al recordar la comunión presente con Cristo y anticipar la comunión eterna con Él:

  • "Porque todas las veces que comáis este pan y bebáis esta copa, la muerte del Señor anunciáis hasta que él venga." (1 Corintios 11:26).

De esta manera, la adoración plena a Dios no es solo un acto de entrega personal, sino el resultado de una relación restaurada. La comunión con Dios y con su pueblo no es un mero paso intermedio, sino una realidad esencial que da sentido a la adoración suprema, culminando en la glorificación del Cordero, quien recibe la alabanza universal.


5. El Holocausto como “Príncipe de los Sacrificios”

Tras la restauración de la comunión con Dios, el sacrificio del Holocausto emerge como el clímax de la adoración. A diferencia de los demás sacrificios, el Holocausto posee características únicas que lo distinguen dentro del sistema sacrificial:

  1. El animal se consume completamente en el altar, sin que el oferente ni el sacerdote lo coman. A diferencia de los sacrificios de acción de gracias y paz, donde una parte se compartía, en el Holocausto toda la ofrenda es entregada a Dios, simbolizando una entrega total y sin reservas.
  2. Enfatiza la adoración absoluta. Su propósito no es la expiación del pecado, sino la rendición completa ante Dios. Representa el acto supremo de consagración, donde el adorador reconoce la soberanía divina y se entrega enteramente a Él.

Debido a su carácter culminante, el Holocausto ha sido llamado el “príncipe de los sacrificios”, pues expresa el destino final de la relación entre Dios y su pueblo: la adoración perfecta.

En el Nuevo Testamento, este sacrificio encuentra su cumplimiento en Cristo, quien se ofreció enteramente a Dios como un sacrificio de olor fragante:

  • "Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante." (Efesios 5:2).

Así como en el orden veterotestamentario se ascendía desde la purificación hasta la comunión, y de la comunión hasta la adoración total, en la obra de Cristo todo apunta a la exaltación del Cordero. La visión final presentada en la Escritura es la de toda la creación rindiéndose en adoración absoluta ante aquel que ha llevado a cabo la redención:

  • "Digno es el Cordero que fue inmolado de recibir el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza." (Apocalipsis 5:12).

El Holocausto, por tanto, es el símbolo final de la relación perfecta entre el creyente y su Dios, la consumación de la entrega total, donde ya no hay pecado que expiar ni separación que remediar, sino solo una adoración sin fin ante el trono de Aquel que lo dio todo.

 

Apocalipsis 5 y la Adoración Universal al Cordero

La visión de Apocalipsis 5 representa la cúspide de la adoración, donde el Cordero inmolado y en pie recibe la alabanza universal de toda la creación. En este pasaje, el énfasis ya no está en la expiación, sino en la glorificación del Redentor, en un acto que refleja la esencia del Holocausto, la entrega total a Dios.

  • El Cordero aparece inmolado, pero en pie, señalando que ha sido sacrificado, pero vive victorioso:
    • "Vi en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los ancianos, un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos y siete ojos, los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la tierra." (Apocalipsis 5:6).
  • Las huestes celestiales y los redimidos entonan cánticos de alabanza, exaltando su obra redentora y su victoria sobre la muerte:
    • "Digno eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado, y con tu sangre nos has redimido para Dios." (Apocalipsis 5:9).
  • Este escenario traslada la atención de la expiación hacia la adoración total, destacando que la meta final de la historia salvífica es la glorificación de Cristo y la rendición absoluta ante su soberanía:
    • "Y todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos." (Apocalipsis 5:13).

Si el sacrificio de expiación limpia y permite la comunión, el Holocausto representa el fin supremo: la alabanza plena a Cristo. La visión de Apocalipsis confirma que la meta de la redención no es simplemente el perdón del pecado, sino la unión íntima y reverente de toda la creación con su Creador y Redentor.

En este acto sublime, el Holocausto encuentra su cumplimiento definitivo: todo es para Dios, sin reserva alguna. La adoración del Cordero es la culminación del propósito divino, donde cada ser viviente reconoce y proclama su dignidad, su poder y su gloria eternos.


6. Implicaciones para la Vida de los Creyentes

Los sacrificios del Antiguo Testamento no son simples ritos del pasado, sino figuras que ilustran la experiencia del creyente en el Nuevo Pacto. A través de ellos, se revela un esquema teológico que refleja el proceso espiritual de quienes han sido redimidos por Cristo:

1. Pacto (La Cruz): Ingreso a una Nueva Relación con Dios

El sacrificio de pacto en el Antiguo Testamento establecía y sellaba la relación entre Dios y su pueblo. En el Nuevo Pacto, este sacrificio es cumplido en la cruz de Cristo:

  • "Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama." (Lucas 22:20).
  • "Porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados." (Mateo 26:28).

El creyente entra en una relación basada en la sangre de Cristo, quien ha sellado el Nuevo Pacto con su sacrificio.

2. Consagración (Resurrección y Ascensión): Dedicación a Dios

La resurrección y ascensión de Cristo marcan su consagración como Sumo Sacerdote. Del mismo modo, los creyentes, al unirse a Él, son apartados y dedicados para Dios:

  • "Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos." (Hebreos 7:26).
  • "Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional." (Romanos 12:1).

El creyente, resucitado con Cristo, es llamado a vivir en santidad, dedicado completamente a Dios.

3. Expiación Celestial: Purificación Completa

Cristo, como Sumo Sacerdote, no solo murió, sino que entró en el santuario celestial para aplicar su sangre, asegurando la purificación tanto del santuario como de la conciencia del creyente:

  • "Cristo no entró en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios." (Hebreos 9:24).
  • "¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?" (Hebreos 9:14).

La expiación no solo trata con el pecado, sino que habilita al creyente para la comunión con Dios.

4. Acción de Gracias y Paz: Participación en la Comunión con Dios

Una vez que la purificación ha ocurrido, el creyente está listo para participar de la mesa divina, disfrutando de la comunión restaurada con Dios y con la comunidad de fe:

  • "Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo." (Romanos 5:1).
  • "El cáliz de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?" (1 Corintios 10:16).

La comunión no es un elemento secundario de la vida cristiana, sino un paso esencial que lleva a la adoración plena.

5. Holocausto (Adoración Total): El Clímax de la Relación con Dios

El propósito final no es solo la purificación o la comunión, sino la adoración total y sin reservas. Así como en el Holocausto toda la ofrenda era entregada a Dios, el creyente está llamado a rendir su vida completamente en adoración:

  • "Cristo nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante." (Efesios 5:2).
  • "Digno es el Cordero que fue inmolado de recibir el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza." (Apocalipsis 5:12).

La Comunión como Puente Hacia la Adoración Suprema

Este esquema sacrificial nos muestra que la comunión no es solo un paso intermedio en la vida cristiana, sino un elemento esencial que desemboca en la adoración suprema. La adoración total del creyente no puede existir sin una relación restaurada con Dios.

Apocalipsis 5 nos da la imagen final de este proceso, cuando toda la creación se une en alabanza al Cordero inmolado y glorificado, el verdadero Holocausto, en quien se consuma la entrega absoluta y eterna a Dios.


Conclusión: Del Pacto y la Expiación a la Comunión y el Holocausto

La estructura sacrificial del Antiguo Testamento no solo establece un sistema de adoración, sino que revela un itinerario teológico que refleja la progresión de la relación entre Dios y su pueblo. En este contexto, el Holocausto es el sacrificio supremo, la expresión total de adoración. Sin embargo, este no ocurre de manera aislada, sino como la culminación de un proceso sagrado que incluye los siguientes pasos:

1. El Sacrificio de Pacto: La Relación Sellada con Sangre

El primer paso en la relación entre Dios y su pueblo es el pacto, el cual se establece mediante un sacrificio. En Éxodo 24:7-8, Moisés rocía la sangre sobre el pueblo y el altar, marcando el compromiso mutuo:

  • "Y tomó el libro del pacto y lo leyó a oídos del pueblo, el cual dijo: Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos. Entonces Moisés tomó la sangre y roció sobre el pueblo, y dijo: He aquí la sangre del pacto que Jehová ha hecho con vosotros sobre todas estas cosas." (Éxodo 24:7-8).

Este sacrificio de pacto encuentra su cumplimiento supremo en la cruz de Cristo, donde su sangre sella el Nuevo Pacto entre Dios y la humanidad:

  • "Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama." (Lucas 22:20).
  • "Porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados." (Mateo 26:28).

2. La Consagración: Cristo Como Sumo Sacerdote y el Llamado a la Santidad

Después del pacto, el siguiente paso es la consagración. En el sistema levítico, los sacerdotes eran apartados para el servicio de Dios mediante sacrificios específicos. Esto se cumple en Cristo, quien tras su resurrección y ascensión, es constituido Sumo Sacerdote eterno:

  • "Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre." (Filipenses 2:9).
  • "Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos." (Hebreos 7:26).

Asimismo, los creyentes, por su unión con Cristo, son apartados y consagrados para Dios:

  • "Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional." (Romanos 12:1).

3. La Expiación en los Cielos: Purificación para el Acceso a Dios

En el Día de la Expiación (Yom Kipur), la sangre del sacrificio no se quedaba en el altar exterior, sino que era llevada al Lugar Santísimo para purificar el santuario y restaurar la relación con Dios (Levítico 16). Esto es clave para entender la obra de Cristo:

  • Su muerte en la cruz es el sacrificio, pero la expiación se consuma cuando Él entra en el santuario celestial y presenta su sangre ante el Padre:
    • "Cristo no entró en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios." (Hebreos 9:24).
    • "¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?" (Hebreos 9:14).

La expiación no es el fin del proceso, sino el medio para restaurar la relación entre Dios y su pueblo.

4. Acción de Gracias y Comunión: La Mesa Compartida

Una vez purificado el oferente y el altar, el siguiente paso es la comunión restaurada, representada en los sacrificios de acción de gracias y paz. En estos sacrificios, Dios recibe una parte, el sacerdote otra, y el oferente comparte el resto con su familia en una comida festiva.

En el Nuevo Pacto, esto prefigura la Cena del Señor y la comunión continua con Cristo:

  • "El cáliz de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?" (1 Corintios 10:16).
  • "Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo." (Romanos 5:1).

El disfrute de esta comunión con Dios y con los hermanos es esencial, porque sin ella, la adoración total del Holocausto no tendría sentido.

5. El Holocausto: La Adoración Suprema

El Holocausto representa la entrega absoluta a Dios. En este sacrificio, toda la ofrenda es consumida en el altar, simbolizando que todo pertenece a Dios.

Esta realidad se refleja en Apocalipsis 5, donde Cristo, el Cordero inmolado y glorificado, recibe la adoración de toda la creación:

  • "Digno es el Cordero que fue inmolado de recibir el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza." (Apocalipsis 5:12).
  • "Y todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos." (Apocalipsis 5:13).

De la Expiación a la Adoración Total

Este itinerario sacrificial nos muestra que la redención no se limita al perdón de pecados, sino que conduce a la comunión con Dios y a la adoración suprema.

  1. La Cruz sella el Pacto.
  2. La Resurrección y Ascensión consagran a Cristo como Sumo Sacerdote.
  3. La Expiación Celestial purifica al creyente y restaura el acceso a Dios.
  4. La Comunión prepara el camino para la adoración total.
  5. El Holocausto representa la adoración final en la presencia de Dios.

La expiación no es la meta final, sino el paso que habilita la restauración de la comunión. Y esta comunión, a su vez, desemboca en la adoración eterna de Cristo, el verdadero Holocausto, en quien todo es para Dios, sin reserva alguna.

Así, el propósito divino no termina en la cruz, sino que culmina en la entronización y adoración total de Cristo, a quien toda la creación rinde honor y gloria por los siglos de los siglos.

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