DEL HOLOCAUTO EN APOCALIPSIS 5
Del Pacto y la Expiación a la Comunión y el Holocausto
A lo largo de la historia redentora, los sacrificios del Antiguo Testamento han desempeñado un papel fundamental en la relación entre Dios y su pueblo. Cada uno de ellos cumplía una función específica dentro del sistema de adoración establecido en la ley mosaica, pero, en última instancia, todos apuntaban a una realidad mayor que encontraría su cumplimiento en Cristo. Entre estos sacrificios, el Holocausto ocupa un lugar preeminente, pues representa la máxima expresión de adoración, el acto supremo de entrega total a Dios.
La progresión de los sacrificios revela una estructura que
guía al adorador hacia la plena comunión con Dios. Todo comienza con los
sacrificios de pacto, los cuales establecen y ratifican la relación entre Dios
y su pueblo. Luego, los sacrificios de consagración expresan la dedicación y
entrega de quienes han sido llamados a servir. La expiación, elemento esencial
en la restauración de la relación con Dios, purifica tanto al oferente como el
espacio de adoración, permitiendo el acercamiento al Creador. Finalmente, los
sacrificios de acción de gracias —o de paz— adquieren un significado especial,
pues implican una comunión real entre Dios, el sacerdote y el oferente,
anticipando la plena restauración de la comunión que solo es posible después de
la purificación.
Todo este proceso conduce a la culminación de la adoración
en el Holocausto perfecto: Cristo exaltado. La epístola a los Hebreos revela
que la expiación alcanza su verdadera consumación en el cielo, cuando Cristo,
resucitado y glorificado, entra en el Lugar Santísimo y presenta su obra
redentora ante el Padre.
Finalmente podemos apreciar como Apocalipsis 5 la presencia
del León de la Tribu de Judá cual Cordero como Inmolado. Es en este acto
supremo donde se consuma la adoración perfecta, y donde todo lo creado reconoce
en él la máxima ofrenda de entrega y obediencia.
A lo largo de las siguientes páginas, se explorará esta
progresión con mayor profundidad, desde los sacrificios veterotestamentarios
hasta la adoración consumada en Cristo. Se examinará la expiación como un acto
celestial, la importancia del sacrificio de acción de gracias como expresión de
comunión y la culminación de toda adoración en aquel que, habiendo ofrecido su
vida, ha sido exaltado sobre todo nombre.
1. El Trasfondo de los Sacrificios y la Posición del Holocausto
Desde la antigüedad, los sacrificios han sido un medio
fundamental a través del cual Dios ha revelado su plan redentor y ha enseñado a
su pueblo sobre la santidad, la expiación y la adoración. En la Ley mosaica,
estos sacrificios se ofrecían en el tabernáculo y, posteriormente, en el
templo, estableciendo un orden divinamente diseñado para acercar al adorador a
Dios. Cada uno de estos sacrificios tenía un propósito específico, y juntos
formaban una progresión que culminaba en la adoración suprema.
Los cinco principales tipos de sacrificios pueden verse como
pasos en este camino de acercamiento a Dios, cada uno reflejando un aspecto
clave de la relación entre el Creador y su pueblo. En el Nuevo Testamento,
estos sacrificios encuentran su cumplimiento en la obra de Cristo, quien no
solo los perfecciona, sino que los trasciende en su propio sacrificio redentor.
1. Sacrificio de Pacto
- Este
sacrificio establecía y sellaba la relación entre Dios y su pueblo. Un
ejemplo claro se encuentra en Éxodo 24, donde Moisés rocía la sangre del
pacto sobre el pueblo y el altar, estableciendo un compromiso solemne con
Dios.
- En el
Nuevo Testamento, este sacrificio encuentra su cumplimiento en la cruz,
donde Cristo inaugura el Nuevo Pacto con su propia sangre:
- "De
igual manera, después que hubo cenado, tomó la copa, diciendo: Esta copa
es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama."
(Lucas 22:20)
- "Porque
esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para
remisión de los pecados." (Mateo 26:28)
2. Sacrificios de Consagración
- Estos
sacrificios eran esenciales para la dedicación del tabernáculo, sus
utensilios y los sacerdotes al servicio de Dios. Se ofrecían para
santificar y apartar lo que sería usado exclusivamente para la gloria
divina.
- En la
obra redentora de Cristo, esto se relaciona con su resurrección, momento
en que es consagrado como Sumo Sacerdote eterno:
- "Porque
tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de
los pecadores, y hecho más sublime que los cielos." (Hebreos
7:26)
- "Pero
éste, habiendo ofrecido una vez para siempre un solo sacrificio por los
pecados, se ha sentado a la diestra de Dios." (Hebreos 10:12)
- Mientras
Cristo estaba en la carne, el velo impedía su ministerio sacerdotal. Con
su resurrección, el velo fue removido, permitiéndole entrar al Lugar
Santísimo celestial y ejercer su sacerdocio eterno.
- "Así
que, hermanos, teniendo libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la
sangre de Jesucristo, por el camino nuevo y vivo que él nos abrió a
través del velo, esto es, de su carne," (Hebreos 10:19-20,
RVR1960).
3. Sacrificio de Expiación o Purificación (Jattat)
- Su
propósito era limpiar tanto el altar como al pueblo de pecados
involuntarios o de contaminación ritual. Sin expiación, no había
acercamiento posible a Dios.
- En el
Nuevo Testamento, Cristo cumple este sacrificio al entrar al santuario
celestial después de su resurrección, presentando su propia sangre ante el
Padre:
- "Pero
estando ya presente Cristo, sumo sacerdote de los bienes venideros, por
el más amplio y más perfecto tabernáculo, no hecho de manos, es decir, no
de esta creación, y no por sangre de machos cabríos ni de becerros, sino
por su propia sangre, entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo,
habiendo obtenido eterna redención." (Hebreos 9:11-12)
- "Porque
Cristo no entró en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino
en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios."
(Hebreos 9:24)
4. Sacrificios de Acción de Gracias y Paz
- A
diferencia de los sacrificios anteriores, estos permitían una comida
comunitaria en la que participaban Dios (por medio de la parte quemada),
el sacerdote y el oferente. Simbolizaban la restauración de la comunión
entre el ser humano y Dios.
- Esta
realidad es cumplida en Cristo, quien ofrece la verdadera paz y comunión
con Dios:
- "Justificados,
pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor
Jesucristo." (Romanos 5:1)
- "Mirad
cuál amor nos ha dado el Padre, para que seamos llamados hijos de Dios;
por esto el mundo no nos conoce, porque no le conoció a él." (1
Juan 3:1)
- La
celebración de la Cena del Señor recuerda el sacrificio de Pacto, pero también
refleja este sacrificio de comunión y/o de acción de gracias, pues les
recuerda a los creyentes que son un solo cuerpo en Cristo:
- "La
copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de
Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de
Cristo?" (1 Corintios 10:16)
5. Holocausto: La Adoración Suprema
- En
este sacrificio, el animal era consumido completamente en el altar,
representando una entrega total y sin reservas a Dios.
- Es el
sacrificio supremo, ya que encarna la adoración plena y absoluta. En
Cristo, este sacrificio alcanza su máxima expresión, pues él mismo se
entregó completamente al Padre en obediencia y amor:
- "Cristo
nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a
Dios en olor fragante." (Efesios 5:2)
- "Por
lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es
sobre todo nombre, para que en el nombre de Jesús se doble toda rodilla
de los que están en los cielos, y en la tierra, y debajo de la tierra; y
toda lengua confiese que Jesucristo es el Señor, para gloria de Dios
Padre." (Filipenses 2:9-11)
Estos cinco pasos no solo establecen el orden de los
sacrificios en la Antigua Alianza, sino que revelan la manera en que Dios
conduce a su pueblo a través del camino de la redención hasta la adoración
plena. No puede haber comunión sin expiación, ni puede alcanzarse la entrega
total del Holocausto sin antes establecer el pacto y limpiar las faltas.
Cristo es el cumplimiento perfecto de cada uno de estos
sacrificios, y en él encontramos la plenitud del propósito divino. Su obra
redentora nos lleva desde la justificación hasta la consagración, desde la
purificación hasta la comunión, y finalmente, hasta la adoración suprema. En su
exaltación, todo lo creado reconoce que él es el sacrificio perfecto y eterno,
digno de recibir la alabanza por los siglos de los siglos.
2. La Expiación Celestial como Paso Previo a la Adoración
La expiación, en la estructura sacrificial del Antiguo
Testamento, no era un evento que culminaba con la muerte del sacrificio, sino
un proceso que requería la aplicación de la sangre en el santuario. Esta
realidad se ve claramente en el Día de la Expiación descrito en Levítico 16:
- El
sumo sacerdote sacrificaba al animal y tomaba su sangre.
- Luego
ingresaba al Lugar Santísimo y rociaba el propiciatorio, purificando así
el santuario y asegurando el perdón del pueblo.
Este patrón sacrificial encuentra su cumplimiento en la obra
de Cristo, pero con una dimensión celestial:
- La
cruz representa el sacrificio de pacto, donde la sangre es derramada como
señal del compromiso divino. Jesús, como el Cordero de Dios, ofrece su
vida en obediencia al Padre.
- La
ascensión marca el inicio de su ministerio sacerdotal. Así como el sumo
sacerdote no terminaba su labor con el sacrificio, sino que debía entrar
al Lugar Santísimo, Cristo, después de su resurrección, entra en el
verdadero santuario celestial:
- "Porque
Cristo no entró en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino
en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios."
(Hebreos 9:24).
- La
expiación ocurre en los cielos. No basta con la muerte del sacrificio; es
necesario que la sangre sea aplicada en el lugar de la presencia divina.
Cristo, como Sumo Sacerdote, purifica las cosas celestiales y la
conciencia de los creyentes:
- "Por
lo cual era necesario que las figuras de las cosas celestiales fuesen
purificadas así; pero las cosas celestiales mismas, con mejores
sacrificios que estos." (Hebreos 9:23).
- La
comunión es restaurada. Una vez que la expiación ha limpiado el santuario
y la conciencia de los redimidos, se abre el camino para la verdadera
comunión con Dios. En términos sacrificiales, esto corresponde al
sacrificio de acción de gracias y paz, donde Dios, el creyente y el
mediador (Cristo) participan juntos en la mesa espiritual:
- "Tenemos
un altar, del cual no tienen derecho de comer los que sirven al
tabernáculo." (Hebreos 13:10).
- El
Holocausto llega como el acto supremo de adoración. Al completarse la
expiación y restaurarse la comunión, el creyente es llevado a la entrega
total a Dios, simbolizada en el sacrificio que se consumía enteramente en
el altar.
De esta manera, la expiación celestial es el paso crucial
que habilita tanto la comunión como la adoración plena. Sin la purificación del
santuario celestial, el “altar” no estaría preparado, y no podría haber
celebración comunitaria ni la consagración total que representa el Holocausto.
La obra de Cristo sigue este patrón, culminando en la adoración eterna de todos
los redimidos ante el trono de Dios:
- "Y
todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la
tierra, y en el mar, y todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que
está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la
gloria y el poder, por los siglos de los siglos." (Apocalipsis
5:13).
Así, la obra sacerdotal de Cristo no se detiene en la cruz,
sino que continúa en su ministerio celestial, asegurando la plena
reconciliación entre Dios y su pueblo y conduciendo a la adoración suprema en
su presencia.
3. El Sacrificio de Acción de Gracias: Comunión entre Dios, el Sacerdote y
el Oferente
Dentro del sistema sacrificial del Antiguo Testamento, los
sacrificios de acción de gracias y de paz ocupaban un lugar especial. A
diferencia del sacrificio de expiación, en el que la carne del animal a menudo
era quemada fuera del campamento y el oferente no participaba de ninguna
manera, en este sacrificio ocurría algo distinto:
- Una
parte de la carne se quemaba en el altar, como ofrenda a Dios.
- Otra
parte la recibía el sacerdote, quien la consumía como parte de su sustento
y porción sagrada.
- El
resto era compartido por el oferente y su familia, en un ambiente de
celebración.
Este sacrificio representaba una comunión renovada entre
Dios y su pueblo. Era más que una simple ofrenda: se convertía en una mesa
compartida, en la que Dios, el sacerdote y el adorador participaban juntos en
un acto de armonía y reconciliación.
Sin embargo, esta comunión no podía tener lugar si el altar
seguía contaminado por el pecado o la impureza. Primero debía ofrecerse el
sacrificio de expiación (Jattat), que purificaba el lugar de encuentro,
pero que no limpiaba la conciencia del oferente. Solo después de este proceso
el sacrificio de acción de gracias podía cumplir su propósito como un festín
comunitario en el que Dios y su pueblo se unían en celebración.
En el Nuevo Testamento, este concepto de comunión encuentra
su cumplimiento en Cristo. Después de haber llevado a cabo la expiación en el
santuario celestial, él mismo se convierte en la fuente de comunión para su
pueblo:
- "La
copa de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de
Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de
Cristo?" (1 Corintios 10:16).
- "He
aquí, yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta,
entraré a él, y cenaré con él, y él conmigo." (Apocalipsis 3:20).
Así, el sacrificio de acción de gracias no solo anticipaba
la reconciliación de Dios con su pueblo, sino que también señalaba hacia la
comunión plena que ahora es posible en Cristo, quien ha preparado una mesa
eterna para todos los redimidos.
El Sacrificio de Acción de Gracias: Puente entre Expiación y Holocausto
Si bien en la Ley mosaica no se establece un orden rígido en
la secuencia de los sacrificios, el Holocausto aparece como el objetivo final
de la adoración, la expresión suprema de entrega total a Dios. En este
contexto, el sacrificio de acción de gracias y de paz juega un papel
fundamental al recordarnos la comunión y la paz restaurada entre el oferente y
Dios.
- Después
de la expiación: Una vez que el oferente ha sido purificado, puede
acercarse a Dios con confianza. La barrera del pecado ha sido removida,
permitiendo el acceso a su presencia.
- Antes
del Holocausto: La "comida comunitaria" en el sacrificio de
acción de gracias expresa la restauración de la relación con Dios y
anticipa la entrega absoluta simbolizada en el Holocausto.
En términos neotestamentarios, esto se refleja en la
experiencia de comunión continua con Cristo y su Iglesia. Una vez que Cristo ha
limpiado la conciencia del creyente, se abre el acceso a la presencia divina y
a la participación en la comunidad de fe. Esta comunión es esencial, pues sin
el disfrute de esta relación restaurada, no es posible llegar a la entrega
total que representa el Holocausto.
Este concepto encuentra su reflejo en la Cena del Señor,
donde los creyentes participan de la mesa en memoria del sacrificio de Cristo:
- "El
cáliz de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de
Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de
Cristo?" (1 Corintios 10:16).
- "Teniendo
libertad para entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo,
acerquémonos con corazón sincero, en plena certidumbre de fe, purificados
los corazones de mala conciencia." (Hebreos 10:19-22).
Más allá de su aplicación presente, el sacrificio de acción
de gracias también apunta hacia la consumación definitiva de la comunión en el banquete
mesiánico, donde los redimidos participarán plenamente de la mesa del Señor:
- "Bienaventurados
los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero."
(Apocalipsis 19:9).
Sin embargo, el destino final no es solo la comunión, sino
la adoración absoluta. La consumación definitiva de la relación entre Dios y su
pueblo se alcanza cuando toda la creación rinde la gloria suprema al Cordero,
quien es el verdadero Holocausto, la ofrenda perfecta de entrega total a Dios:
- "Y
oí a toda criatura que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la
tierra, y en el mar, y a todas las cosas que en ellos hay, diciendo: Al
que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la
gloria y el poder, por los siglos de los siglos." (Apocalipsis
5:13).
Así, aunque no exista un mandato explícito sobre el orden en
que deben ofrecerse los sacrificios, la estructura sacrificial revela un
principio teológico profundo: sin la comunión restaurada, no puede haber
adoración plena. Solo cuando el creyente disfruta de la paz con Dios y con su
pueblo, puede avanzar hacia la entrega absoluta que simboliza el Holocausto.
La Importancia de la Comunión en los Sacrificios de Acción de Gracias
Dentro de la secuencia de los sacrificios, el sacrificio de
acción de gracias juega un papel fundamental al destacar la dimensión
relacional de la fe. Tras la purificación mediante la expiación, este
sacrificio no solo celebra la restauración de la comunión con Dios, sino que
también es una preparación del camino hacia la entrega total representada en el
Holocausto.
1. No se trata solo de un acto individual
El oferente no adoraba en aislamiento. En el sacrificio de
acción de gracias, compartía la carne con su familia y con el sacerdote,
mientras Dios recibía su porción a través de lo quemado en el altar. Este acto
refuerza la idea de que la adoración implica comunidad y no es simplemente un
acto privado:
- "Nosotros,
siendo muchos, somos un solo pan, un mismo cuerpo; porque todos
participamos de aquel mismo pan." (1 Corintios 10:17).
2. Expresa celebrar la reconciliación
Si la expiación ha purificado al oferente y al altar, las
barreras han sido removidas. Ahora, la comida se transforma en una fiesta de
reencuentro y paz entre Dios y su pueblo, recordando la restauración de la
relación que el pecado había dañado.
- "Justificados,
pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor
Jesucristo." (Romanos 5:1).
- "Por
tanto, si tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante
del altar, y anda, reconcíliate primero con tu hermano, y entonces ven y
presenta tu ofrenda." (Mateo 5:23-24).
3. Anticipa la mesa celestial
El sacrificio de acción de gracias no solo apunta a la
comunión terrenal, sino que también prefigura la comunión eterna de los
creyentes con Dios. En la consumación final, cuando el pecado ya no exista,
todos participarán plenamente de la presencia divina.
- "Bienaventurados
los que son llamados a la cena de las bodas del Cordero."
(Apocalipsis 19:9).
- "Vendrán
del oriente y del occidente, del norte y del sur, y se sentarán a la mesa
en el reino de Dios." (Lucas 13:29).
Un puente hacia la adoración suprema
El sacrificio de acción de gracias funciona como un puente conector
hacia el Holocausto, mostrando que la adoración suprema cobra su verdadero
significado cuando la comunión con Dios ha sido restaurada. No se puede llegar
a la entrega total sin antes haber experimentado la reconciliación y el gozo de
la comunión con Dios y con los demás creyentes.
En este sentido, la Cena del Señor se convierte en una
expresión de esta misma realidad espiritual, al recordar la comunión presente
con Cristo y anticipar la comunión eterna con Él:
- "Porque
todas las veces que comáis este pan y bebáis esta copa, la muerte del
Señor anunciáis hasta que él venga." (1 Corintios 11:26).
De esta manera, la adoración plena a Dios no es solo un acto
de entrega personal, sino el resultado de una relación restaurada. La comunión
con Dios y con su pueblo no es un mero paso intermedio, sino una realidad
esencial que da sentido a la adoración suprema, culminando en la glorificación
del Cordero, quien recibe la alabanza universal.
5. El Holocausto como “Príncipe de los Sacrificios”
Tras la restauración de la comunión con Dios, el sacrificio
del Holocausto emerge como el clímax de la adoración. A diferencia de los demás
sacrificios, el Holocausto posee características únicas que lo distinguen
dentro del sistema sacrificial:
- El
animal se consume completamente en el altar, sin que el oferente ni el
sacerdote lo coman. A diferencia de los sacrificios de acción de gracias y
paz, donde una parte se compartía, en el Holocausto toda la ofrenda es
entregada a Dios, simbolizando una entrega total y sin reservas.
- Enfatiza
la adoración absoluta. Su propósito no es la expiación del pecado, sino la
rendición completa ante Dios. Representa el acto supremo de consagración,
donde el adorador reconoce la soberanía divina y se entrega enteramente a
Él.
Debido a su carácter culminante, el Holocausto ha sido
llamado el “príncipe de los sacrificios”, pues expresa el destino final de la
relación entre Dios y su pueblo: la adoración perfecta.
En el Nuevo Testamento, este sacrificio encuentra su
cumplimiento en Cristo, quien se ofreció enteramente a Dios como un sacrificio
de olor fragante:
- "Cristo
nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios
en olor fragante." (Efesios 5:2).
Así como en el orden veterotestamentario se ascendía desde
la purificación hasta la comunión, y de la comunión hasta la adoración total,
en la obra de Cristo todo apunta a la exaltación del Cordero. La visión final
presentada en la Escritura es la de toda la creación rindiéndose en adoración
absoluta ante aquel que ha llevado a cabo la redención:
- "Digno
es el Cordero que fue inmolado de recibir el poder, las riquezas, la
sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza."
(Apocalipsis 5:12).
El Holocausto, por tanto, es el símbolo final de la relación
perfecta entre el creyente y su Dios, la consumación de la entrega total, donde
ya no hay pecado que expiar ni separación que remediar, sino solo una adoración
sin fin ante el trono de Aquel que lo dio todo.
Apocalipsis 5 y la Adoración Universal al Cordero
La visión de Apocalipsis 5 representa la cúspide de la
adoración, donde el Cordero inmolado y en pie recibe la alabanza universal de
toda la creación. En este pasaje, el énfasis ya no está en la expiación, sino
en la glorificación del Redentor, en un acto que refleja la esencia del Holocausto,
la entrega total a Dios.
- El
Cordero aparece inmolado, pero en pie, señalando que ha sido sacrificado,
pero vive victorioso:
- "Vi
en medio del trono y de los cuatro seres vivientes, y en medio de los
ancianos, un Cordero como inmolado, que tenía siete cuernos y siete ojos,
los cuales son los siete espíritus de Dios enviados por toda la
tierra." (Apocalipsis 5:6).
- Las
huestes celestiales y los redimidos entonan cánticos de alabanza,
exaltando su obra redentora y su victoria sobre la muerte:
- "Digno
eres de tomar el libro y de abrir sus sellos; porque tú fuiste inmolado,
y con tu sangre nos has redimido para Dios." (Apocalipsis 5:9).
- Este
escenario traslada la atención de la expiación hacia la adoración total,
destacando que la meta final de la historia salvífica es la glorificación
de Cristo y la rendición absoluta ante su soberanía:
- "Y
todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la
tierra, y en el mar, y todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que
está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la
gloria y el poder, por los siglos de los siglos." (Apocalipsis
5:13).
Si el sacrificio de expiación limpia y permite la comunión,
el Holocausto representa el fin supremo: la alabanza plena a Cristo. La visión
de Apocalipsis confirma que la meta de la redención no es simplemente el perdón
del pecado, sino la unión íntima y reverente de toda la creación con su Creador
y Redentor.
En este acto sublime, el Holocausto encuentra su
cumplimiento definitivo: todo es para Dios, sin reserva alguna. La adoración
del Cordero es la culminación del propósito divino, donde cada ser viviente
reconoce y proclama su dignidad, su poder y su gloria eternos.
6. Implicaciones para la Vida de los Creyentes
Los sacrificios del Antiguo Testamento no son simples ritos
del pasado, sino figuras que ilustran la experiencia del creyente en el Nuevo
Pacto. A través de ellos, se revela un esquema teológico que refleja el proceso
espiritual de quienes han sido redimidos por Cristo:
1. Pacto (La Cruz): Ingreso a una Nueva Relación con Dios
El sacrificio de pacto en el Antiguo Testamento establecía y
sellaba la relación entre Dios y su pueblo. En el Nuevo Pacto, este sacrificio
es cumplido en la cruz de Cristo:
- "Esta
copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama."
(Lucas 22:20).
- "Porque
esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para
remisión de los pecados." (Mateo 26:28).
El creyente entra en una relación basada en la sangre de
Cristo, quien ha sellado el Nuevo Pacto con su sacrificio.
2. Consagración (Resurrección y Ascensión): Dedicación a
Dios
La resurrección y ascensión de Cristo marcan su consagración
como Sumo Sacerdote. Del mismo modo, los creyentes, al unirse a Él, son
apartados y dedicados para Dios:
- "Porque
tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de
los pecadores, y hecho más sublime que los cielos." (Hebreos
7:26).
- "Así
que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis
vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es
vuestro culto racional." (Romanos 12:1).
El creyente, resucitado con Cristo, es llamado a vivir en
santidad, dedicado completamente a Dios.
3. Expiación Celestial: Purificación Completa
Cristo, como Sumo Sacerdote, no solo murió, sino que entró
en el santuario celestial para aplicar su sangre, asegurando la purificación
tanto del santuario como de la conciencia del creyente:
- "Cristo
no entró en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el
cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios."
(Hebreos 9:24).
- "¿Cuánto
más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a
sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas
para que sirváis al Dios vivo?" (Hebreos 9:14).
La expiación no solo trata con el pecado, sino que habilita
al creyente para la comunión con Dios.
4. Acción de Gracias y Paz: Participación en la Comunión con
Dios
Una vez que la purificación ha ocurrido, el creyente está
listo para participar de la mesa divina, disfrutando de la comunión restaurada
con Dios y con la comunidad de fe:
- "Justificados,
pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor
Jesucristo." (Romanos 5:1).
- "El
cáliz de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de
Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de
Cristo?" (1 Corintios 10:16).
La comunión no es un elemento secundario de la vida
cristiana, sino un paso esencial que lleva a la adoración plena.
5. Holocausto (Adoración Total): El Clímax de la Relación
con Dios
El propósito final no es solo la purificación o la comunión,
sino la adoración total y sin reservas. Así como en el Holocausto toda la
ofrenda era entregada a Dios, el creyente está llamado a rendir su vida
completamente en adoración:
- "Cristo
nos amó, y se entregó a sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios
en olor fragante." (Efesios 5:2).
- "Digno
es el Cordero que fue inmolado de recibir el poder, las riquezas, la
sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza."
(Apocalipsis 5:12).
La Comunión como Puente Hacia la Adoración Suprema
Este esquema sacrificial nos muestra que la comunión no es
solo un paso intermedio en la vida cristiana, sino un elemento esencial que
desemboca en la adoración suprema. La adoración total del creyente no puede
existir sin una relación restaurada con Dios.
Apocalipsis 5 nos da la imagen final de este proceso, cuando
toda la creación se une en alabanza al Cordero inmolado y glorificado, el
verdadero Holocausto, en quien se consuma la entrega absoluta y eterna a Dios.
Conclusión: Del Pacto y la Expiación a la Comunión y el Holocausto
La estructura sacrificial del Antiguo Testamento no solo establece un sistema de adoración, sino que revela un itinerario teológico que refleja la progresión de la relación entre Dios y su pueblo. En este contexto, el Holocausto es el sacrificio supremo, la expresión total de adoración. Sin embargo, este no ocurre de manera aislada, sino como la culminación de un proceso sagrado que incluye los siguientes pasos:
1. El Sacrificio de Pacto: La Relación Sellada con Sangre
El primer paso en la relación entre Dios y su pueblo es el pacto, el cual se establece mediante un sacrificio. En Éxodo 24:7-8, Moisés rocía la sangre sobre el pueblo y el altar, marcando el compromiso mutuo:
- "Y tomó el libro del pacto y lo leyó a oídos del pueblo, el cual dijo: Haremos todas las cosas que Jehová ha dicho, y obedeceremos. Entonces Moisés tomó la sangre y roció sobre el pueblo, y dijo: He aquí la sangre del pacto que Jehová ha hecho con vosotros sobre todas estas cosas." (Éxodo 24:7-8).
Este sacrificio de pacto encuentra su cumplimiento supremo en la cruz de Cristo, donde su sangre sella el Nuevo Pacto entre Dios y la humanidad:
- "Esta copa es el nuevo pacto en mi sangre, que por vosotros se derrama." (Lucas 22:20).
- "Porque esto es mi sangre del nuevo pacto, que por muchos es derramada para remisión de los pecados." (Mateo 26:28).
2. La Consagración: Cristo Como Sumo Sacerdote y el Llamado a la Santidad
Después del pacto, el siguiente paso es la consagración. En el sistema levítico, los sacerdotes eran apartados para el servicio de Dios mediante sacrificios específicos. Esto se cumple en Cristo, quien tras su resurrección y ascensión, es constituido Sumo Sacerdote eterno:
- "Por lo cual Dios también le exaltó hasta lo sumo, y le dio un nombre que es sobre todo nombre." (Filipenses 2:9).
- "Porque tal sumo sacerdote nos convenía: santo, inocente, sin mancha, apartado de los pecadores, y hecho más sublime que los cielos." (Hebreos 7:26).
Asimismo, los creyentes, por su unión con Cristo, son apartados y consagrados para Dios:
- "Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios, que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable a Dios, que es vuestro culto racional." (Romanos 12:1).
3. La Expiación en los Cielos: Purificación para el Acceso a Dios
En el Día de la Expiación (Yom Kipur), la sangre del sacrificio no se quedaba en el altar exterior, sino que era llevada al Lugar Santísimo para purificar el santuario y restaurar la relación con Dios (Levítico 16). Esto es clave para entender la obra de Cristo:
- Su muerte en la cruz es el sacrificio, pero la expiación se consuma cuando Él entra en el santuario celestial y presenta su sangre ante el Padre:
- "Cristo no entró en el santuario hecho de mano, figura del verdadero, sino en el cielo mismo para presentarse ahora por nosotros ante Dios." (Hebreos 9:24).
- "¿Cuánto más la sangre de Cristo, el cual mediante el Espíritu eterno se ofreció a sí mismo sin mancha a Dios, limpiará vuestras conciencias de obras muertas para que sirváis al Dios vivo?" (Hebreos 9:14).
La expiación no es el fin del proceso, sino el medio para restaurar la relación entre Dios y su pueblo.
4. Acción de Gracias y Comunión: La Mesa Compartida
Una vez purificado el oferente y el altar, el siguiente paso es la comunión restaurada, representada en los sacrificios de acción de gracias y paz. En estos sacrificios, Dios recibe una parte, el sacerdote otra, y el oferente comparte el resto con su familia en una comida festiva.
En el Nuevo Pacto, esto prefigura la Cena del Señor y la comunión continua con Cristo:
- "El cáliz de bendición que bendecimos, ¿no es la comunión de la sangre de Cristo? El pan que partimos, ¿no es la comunión del cuerpo de Cristo?" (1 Corintios 10:16).
- "Justificados, pues, por la fe, tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo." (Romanos 5:1).
El disfrute de esta comunión con Dios y con los hermanos es esencial, porque sin ella, la adoración total del Holocausto no tendría sentido.
5. El Holocausto: La Adoración Suprema
El Holocausto representa la entrega absoluta a Dios. En este sacrificio, toda la ofrenda es consumida en el altar, simbolizando que todo pertenece a Dios.
Esta realidad se refleja en Apocalipsis 5, donde Cristo, el Cordero inmolado y glorificado, recibe la adoración de toda la creación:
- "Digno es el Cordero que fue inmolado de recibir el poder, las riquezas, la sabiduría, la fortaleza, la honra, la gloria y la alabanza." (Apocalipsis 5:12).
- "Y todo lo creado que está en el cielo, y sobre la tierra, y debajo de la tierra, y en el mar, y todas las cosas que en ellos hay, oí decir: Al que está sentado en el trono, y al Cordero, sea la alabanza, la honra, la gloria y el poder, por los siglos de los siglos." (Apocalipsis 5:13).
De la Expiación a la Adoración Total
Este itinerario sacrificial nos muestra que la redención no se limita al perdón de pecados, sino que conduce a la comunión con Dios y a la adoración suprema.
- La Cruz sella el Pacto.
- La Resurrección y Ascensión consagran a Cristo como Sumo Sacerdote.
- La Expiación Celestial purifica al creyente y restaura el acceso a Dios.
- La Comunión prepara el camino para la adoración total.
- El Holocausto representa la adoración final en la presencia de Dios.
La expiación no es la meta final, sino el paso que habilita la restauración de la comunión. Y esta comunión, a su vez, desemboca en la adoración eterna de Cristo, el verdadero Holocausto, en quien todo es para Dios, sin reserva alguna.
Así, el propósito divino no termina en la cruz, sino que culmina en la entronización y adoración total de Cristo, a quien toda la creación rinde honor y gloria por los siglos de los siglos.
Comentarios
Publicar un comentario