Dos Momentos de la Sangre: La Expiación Celestial y la Redención Cumplida en los Cielos

12. Dos Momentos de la Sangre: La Expiación Celestial y la Redención Cumplida en los Cielos


La obra redentora de Cristo es, para la fe cristiana, el evento más significativo de la historia. Sin embargo, a menudo se limita la comprensión de esta obra a su muerte en la cruz, omitiendo aspectos profundos de la expiación y redención que se consuman en los cielos. La enseñanza bíblica revela dos momentos en la sangre de Cristo: uno en la cruz, que sella el Nuevo Pacto, y otro en el Lugar Santísimo celestial, donde se cumple la expiación y se efectúa la redención completa de los creyentes. Este ensayo explora esta perspectiva al examinar cómo Cristo, al entrar en el cielo como Sumo Sacerdote, llevó a una multitud de hijos de Dios con Él, sentándolos en los lugares celestiales en un acto que representa la culminación de la redención.

1. La Sangre en la Cruz: Inauguración del Nuevo Pacto

La cruz de Cristo representa el primer momento en la obra de redención, ya que allí se derrama su sangre como señal del Nuevo Pacto. Jesús, durante la Última Cena, declara: “Esta es mi sangre del nuevo pacto, que es derramada por muchos para el perdón de pecados” (Mateo 26:28). Al usar el lenguaje del pacto, Jesús sitúa su sacrificio en un contexto que no se limita a la expiación, sino que abre un nuevo camino de relación entre Dios y el hombre. Este acto recuerda los pactos del Antiguo Testamento, como el pacto de Moisés en Éxodo 24:8, en el que la sangre sellaba el acuerdo entre Dios e Israel.

Este sacrificio de pacto, realizado en la cruz, establece las bases de la redención; es el medio por el cual Cristo asegura su derecho a actuar como Sumo Sacerdote en los cielos. Así, su muerte es fundamental, pues “sin derramamiento de sangre no hay remisión” (Hebreos 9:22), y esto da sentido a la cruz como el evento que inaugura el Nuevo Pacto. Sin embargo, como veremos, la obra redentora se completa en el cielo.

2. La Sangre en el Lugar Santísimo: La Expiación Cumplida en los Cielos

El segundo momento de la sangre se cumple en el cielo, donde Cristo entra en el Lugar Santísimo celestial. En Hebreos 9:11-12 se afirma: “Cristo entró una vez para siempre en el Lugar Santísimo, no con sangre de machos cabríos ni de becerros, sino con su propia sangre, habiendo obtenido eterna redención”. Este pasaje indica que la expiación —la presentación de la sangre por el perdón de los pecados— no ocurre en la cruz, sino en el tabernáculo celestial, donde Cristo actúa como Sumo Sacerdote. De esta manera, Hebreos 8:5 y 9:24 subrayan que el tabernáculo terrenal es una “sombra” del celestial, y que Cristo entra al verdadero Lugar Santísimo para efectuar la expiación final y completa.

Este acto se asemeja al Día de la Expiación en Levítico 16, cuando el sumo sacerdote llevaba la sangre al Lugar Santísimo, representando la expiación de los pecados de Israel. Así, en el cielo, Cristo presenta su sangre “por el Espíritu eterno” (Hebreos 9:14), completando la purificación de los pecados no en la cruz, sino en el mismo cielo. Por tanto, el sacrificio en la cruz y la expiación en el cielo son dos actos distintos y complementarios en la redención.

3. La Redención: Liberación y Entrada a los Cielos

La redención no es solo la libertad del pecado, sino también la entrada a la presencia misma de Dios. Hebreos 2:10-11 declara que Cristo, “perfeccionando a muchos hijos para gloria”, lleva a los creyentes con Él a los lugares celestiales. Este concepto se amplía en Hebreos 10:19-22, donde los creyentes se animan a “entrar en el Lugar Santísimo por la sangre de Jesucristo”, subrayando que ahora tienen acceso directo a Dios gracias a la obra expiatoria de Cristo.

Efesios 2:6 expresa esta realidad al afirmar que Dios nos “resucitó y nos hizo sentar en los lugares celestiales con Cristo Jesús”. Esto revela que la redención no solo libera, sino que también posiciona a los creyentes en el cielo mismo, junto a Cristo. Su ascensión y entronización nos permiten entrar con Él en el trono de gracia, experimentando así la plenitud de la redención. En palabras de Hebreos 6:19-20, “tenemos como segura y firme ancla del alma una esperanza que penetra hasta dentro del velo, donde Jesús entró por nosotros como precursor”.

4. La Entrada de Cristo y la Multitud de Hijos a los Cielos

Cristo no entra solo en los cielos; lleva consigo una “multitud de hijos de Dios” (Hebreos 2:10) como el primogénito de una nueva creación. La declaración en Colosenses 1:13 sobre nuestra “traslación al reino de su Hijo amado” subraya que los creyentes ya participan de su gloria celestial. En Romanos 8:29-30, se afirma que los predestinados son llamados, justificados y glorificados en Cristo, quien es “el primogénito entre muchos hermanos”.

Hebreos 12:22-24 describe a los creyentes como una “asamblea de los primogénitos que están inscritos en los cielos”, y este acceso es el resultado del sacrificio de Cristo. Esta entrada en los cielos es la culminación del acto redentor, en el que Cristo lleva a los creyentes al lugar celestial como el nuevo y verdadero Sumo Sacerdote. Este concepto, de que los creyentes ya están en los cielos, es parte de la victoria redentora que Cristo asegura no solo mediante su muerte, sino por su entrada y presentación de la sangre en el cielo.

5. La Expiación como Acto Sacerdotal y el Trono de Gracia

El acto de Cristo al sentarse a la diestra de Dios, descrito en Hebreos 1:3 y 10:12, marca la culminación de su obra sacerdotal. En Hebreos 4:16 se nos invita a “acercarnos confiadamente al trono de la gracia”, el cual se identifica con el “Hilasterion” o lugar de propiciación, que representa el lugar donde Dios se reconcilia con el hombre. Este acto final de sentarse implica que Cristo completó su obra redentora y asegura que los creyentes puedan estar en la presencia de Dios.

La expiación no solo se entiende como el perdón de los pecados, sino como la redención completa que incluye la entrada a los cielos. En Hebreos 9:28, se afirma que Cristo “aparecerá por segunda vez, sin relación con el pecado, para salvar a los que le esperan”. Este versículo indica que la obra de Cristo en el cielo asegura no solo el perdón, sino la promesa de una redención final y total.

6. La Dimensión de “Estar Sentados en los Lugares Celestiales”

La posición de los creyentes en los “lugares celestiales” es una consecuencia de la obra de Cristo en el cielo. Efesios 1:3 habla de las “bendiciones espirituales en los lugares celestiales en Cristo”, lo cual se conecta con nuestra posición con Él. La redención no solo libera, sino que transforma al creyente al darle una posición celestial, afirmando que somos coherederos con Cristo (Romanos 8:17). Esta idea de sentarnos en los lugares celestiales muestra que la redención es una realidad presente, en la que los creyentes están espiritualmente en el cielo gracias a la obra de Cristo.

Efesios 2:18 enfatiza que “por medio de él los unos y los otros tenemos entrada por un mismo Espíritu al Padre”, lo cual significa que la redención nos da acceso constante y directo al Padre, no simplemente en el futuro, sino ahora. Cristo, al ascender y presentarse en el Lugar Santísimo celestial, asegura esta posición para los creyentes, quienes ahora están con Él en los lugares celestiales, un privilegio que es el resultado final de la redención.

7. La Redención Completa en la Expiación Celestial

Hebreos 10:14 dice que “con una sola ofrenda hizo perfectos para siempre a los santificados”, destacando que el sacrificio de Cristo no solo libera, sino que perfecciona y posiciona a los creyentes en una relación con Dios. La expiación en el cielo es la obra final que asegura la redención completa; así, la redención y la expiación no se limitan a la cruz, sino que incluyen la entrada de Cristo en el cielo y la presentación de su sangre.

1 Pedro 1:18-19 subraya que fuimos “rescatados… con la sangre preciosa de Cristo”, un rescate que asegura una redención integral. Esta obra redentora se cumple cuando Cristo se sienta a la diestra de Dios, asegurando el acceso de los creyentes al trono de la gracia, y Hebreos 7:25 afirma que “puede también salvar perpetuamente a los que por él se acercan a Dios, viviendo siempre para interceder por ellos”.

8. Conclusión: La Expiación Celestial y el Lugar de los Creyentes en los Cielos

La enseñanza bíblica sobre los dos momentos de la sangre de Cristo —en la cruz para sellar el Nuevo Pacto y en el cielo para cumplir la expiación y redención completas— amplía nuestra comprensión de la obra de Cristo. La muerte en la cruz es fundamental, pero es en el cielo donde Cristo presenta su sangre, asegurando una redención que no solo libera, sino que lleva a los creyentes al cielo mismo. Este acceso a los lugares celestiales es el resultado de una obra redentora integral, en la cual los creyentes son posicionados junto a Cristo en la presencia de Dios.

Al comprender estos dos momentos, los creyentes pueden experimentar la profundidad de la redención, no solo como liberación del pecado, sino como entrada a la gloria celestial con Cristo. La expiación, como acto sacerdotal en el cielo, confirma que la redención va más allá de la cruz y que los creyentes, en Cristo, están ya sentados en los lugares celestiales, gozando de la plenitud de su salvación y esperando el día en que esta redención se manifieste plenamente.

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